domingo, 16 de junio de 2013

Goles burgaleses entre las alambradas de Mauthausen

El fútbol salvó la vida a mi padre adoptivo en Mauthausen. Era el Ronaldo de aquel horror nazi y las SS aplaudían sus jugadas». Quien, con lágrimas en los ojos, recuerda a la persona más importante de su vida es Siegfried Meir, hoy un anciano de 80 años que debe su vida a un burgalés de Hinojar del Rey, de nombre Saturnino Navazo, con quien quiso el destino que se encontrara en el infierno del campo de exterminio de Mauthausen. Ese ángel que utilizó el fútbol como última tabla de salvación en medio del horror, fue el tutor que respondió con una mirada limpia cuando el pequeño Meir, judío de origen rumano y alemán, esperaba un golpe; su salvador, cuando la lógica de la muerte le podría conducir a un horno crematorio, y su padre, cuando el huérfano abandonó las tinieblas que custodiaban las SS y quedó solo en el mundo. 68 años después, aquel niño rebelde lo recuerda con permanente llanto de emoción en Ibiza, la ciudad que tanto visitó en los 50 con su padre durante las vacaciones y que ha querido hacer su hogar. Las fotografías, las imágenes y un relato sobrecogedor de una vida en común que comenzó en el averno acompañan a este hombre, que recibe a un equipo de Ical en la playa ibicenca de Talamanca con tranquilidad, pero carente de alegría y con un semblante que denota un pasado convulso.

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